80º Jantar de Amizade UNICEPE



80º Jantar de Amizade UNICEPE

Quarta-feira, 20 de Setembro de 2006, 19h45m


"Una manera singular de decir la canción"

canções por Eduardo Sosa





Eduardo Sosa

Una manera singular de decir la canción

Por Joaquín Borges-Triana
Fotos: Andrés Mir

“Hace más de treinta años Eduardo Sosa nació entre el canto de los sinsontes y las otras músicas que mecen la vida en medio del monte. Se alejó de su primera casa silbando por el trillo, cuando todavía no podían saber, ni su corazón ni los demás, que no iba a tener más remedio que hacerse cantor”.

Las anteriores son las palabras con las que mi amigo y compañero de revista, Bladimir Zamora Céspedes, inicia su nota de presentación al catálogo del concierto de “A guitarra limpia” denomi-nado “Pasado los treinta” y que fuera protagonizado por el santiaguero Eduardo Sosa Laurencio. Tengo el privilegio de conocer a este genuino trovador desde allá por 1991, cuando ambos coinci-dimos en un festival de artistas aficionados, organizado por la Asociación Nacional del Ciego (ANCI). Me parece estar volviéndolo a escuchar hace ya trece años, cuando en aquel certamen él interpretó como concursante un par de temas, uno de Gerardo Alfonso y otro de José Luis Estra-da. Desde ese día de 1991 supe que estaba ante uno de los mejores cantantes surgidos en nues-tro país en los últimos tiempos. Luego nos reencontramos en diversos eventos de la ANCI y en especial durante la celebración del Congreso de la Unión Latinoamericana de Ciegos (ULAC), lle-vado a cabo en 1996 en la otrora capital oriental, cuando Eduardo funcionó como anfitrión de una suerte de café concierto que se celebraba para recrear a los delegados al evento.

Apenas transcurrido un año de aquello, nos volvimos a ver pero esta vez, en la ciudad de Holguín, a propósito de las Romerías de Mayo de 1997. Para entonces Sosa ya no se presentaba como solista sino que en compañía de Ernesto Rodríguez Álvarez conformaba el dúo Postrova (fundado el 24 de febrero de 1997, en Santiago de Cuba), uno de los proyectos capitales en el devenir de lo que se conoce como Canción Cubana Contemporánea. Ellos marcaron una pauta en cuanto a un modo de hacer en el que la parodia, el pastiche y otras técnicas apropiativas desempeñan un pa-pel fundamental. Sobre semejante estilo creativo, Antonio López Sánchez, uno de los contados estudiosos del actual panorama de la más joven canción de origen trovadoresco en nuestro país, ha escrito:

“La propuesta musical que realiza el dúo Postrova se basa fundamentalmente en la ruptura de los moldes clásicos o ya establecidos a la hora de hacer la canción. Fuera de sus propios temas, esto es más evidente en las versiones de obras musicales cubanas y foráneas. Un enriquecido Son de la loma, pleno de sonoridades nuevas, al ritmo de estos tiempos; la constante recurrencia al inter-texto; la recreación de temas a partir de involucrar diversos géneros en su interpretación como en el caso de Ódiame, son pruebas de los caminos por donde transita Postrova en el acto del hacer. Para el receptor avezado resulta muy grato descubrir en un mismo tema los rápidos guiños a las más variadas tendencias musicales que constantemente utiliza Postrova. Que en una misma can-ción se recuerde, a propósito de nada y de modo festinado, el estribillo de una famosa tonada de Kool and the Gang o que se entremezclen acordes de uno de los éxitos de Los Beatles con los de un conocido tango, dan una suerte de medida sobre las posibilidades y pretensiones de este dúo”.

Quien pretenda formular un estudio de las maneras por las que se ha decantado el decir trovado-resco nacional en este período de transición entre dos siglos, por obligación tendrá que remitirse al trabajo de Eduardo y Ernesto, y en particular, al disco que ambos realizaran durante el segundo semestre de 1999, como parte del proyecto denominado El joven son y que fuera auspiciado por la filial española de la EMI. Lamentablemente, aquella primera propuesta —en la que de manera armoniosa y bien imbricados se percibía el legado de gente tan diferente desde el punto de vista de la proyección musical como Sindo Garay, Silvio Rodríguez o Luis Alberto Spinetta— no tuvo continuidad, pese a que Postrova dejó grabado un segundo álbum, que hasta el presente no ha sido editado, y hacia mediados del año 2002, el dueto se desintegra.

Tras una etapa en que Sosa se retira de los escenarios para repensar cuál habría de ser su pro-yección en lo adelante y de paso, componer un material concebido para la nueva condición que asumiría como cantautor en solitario, desde fines del pasado 2003 Eduardo ha sido protagonista de varios importantes conciertos. El primero de ellos fue el estupendo recital acaecido el sábado 15 de noviembre de 2003 en el teatro de Bellas Artes, bajo el título de No tan solo. Luego vendría uno el 2 de abril del presente 2004, realizado en la sala García Caturla del teatro Amadeo Roldán y en el que el trovador se decantó por su faceta como intérprete, para hacer peculiares versiones de canciones escritas por diversos compositores, tanto locales como foráneos. Asumir todo un espectáculo musical como ese, da idea del amplio horizonte que se traza Eduardo y llama la atención al hecho de que en la actual escena sonora cubana, casi se ha renunciado por completo a la interpretación de material que no sea propio, con lo cual se pierde la riqueza que podría traer aparejada una buena versión de una pieza ya conocida.

Otra presentación del ciclo de conciertos protagonizado por este santiaguero de pura cepa, tam-bién efectuada durante el mes de abril del corriente año, se llevó a cabo en el patio del Centro Pablo de la Torriente Brau, dentro del espacio denominado A guitarra limpia. El recital realizado bajo el título de “Pasado los treinta” devino estupenda ocasión para corroborar que hoy él es una de las voces que ha alcanzado un mayor grado de madurez entre los miembros de su generación de trovadores. Gracias a las amplias posibilidades de su voz y al conocimiento que posee de dis-tintos géneros y estilos, puede enfrentarse con idéntica soltura a un son montuno, una guaracha, un bolero, una balada o a una canción con acento de blues. Tales potencialidades como intérprete le permiten asumir sin el menor problema, desde piezas suyas de aire tradicional, como Santa María de las canciones, El son de Contramaestre, Era miel; otras que coquetean con algo que vendría a ser una especie de balada pop, pero eso sí, con la distinción de contar con letras inteli-gentes, y entre las que merecen mención Más que hoy y su muy popular entre los trovadictos Tex-to a Martí; hasta personales revisitaciones a composiciones de disímiles autores, como Un vestido y un amor, del argentino Fito Páez, y La vaquita Mariposa, del venezolano Simón Díaz.

Un rasgo distintivo que favorece a Eduardo Sosa, y que se ha comprobado en sus últimas presen-taciones ya como solista, es que él maneja a la perfección las leyes de la comunicación y por ello, consigue establecer una rápida relación de empatía con el público que concurre a sus funciones. A una pregunta de la periodista Estrella Díaz acerca de cuáles son los trucos que el cantautor uti-liza para literalmente meterse al público en el bolsillo, en una entrevista aparecida en la edición digital de la revista La Jiribilla, este respondió: “No tengo explicación para eso. Fui profesor y serlo me enseñó a establecer lo que llaman comu-nicación. Estar parado frente a un aula, ante un montón de niños que, además, a muchos no les interesaba la asignatura que impartía —Educación musical— y había que lograr que esos mucha-chos sintieran interés por lo que les estaba diciendo, que entendieran, que se motivaran y eso me ha ayudado mucho. Lo otro es inexplicable. Es pararse en el escenario y ser como tú eres. Si adoptas una pose, no lo vas a lograr. Me digo a mí mismo: soy Eduardo Sosa, el mismo guajirito del Segundo Frente y toda esta gente que está aquí es buena y vino a oírme. Eso me lo meto en la cabeza, lo desarrollo y me funciona. La fórmula es atreverse a pararse ahí y conversar con el público, ser tú y punto”.

Si a lo anterior se une la natural simpatía que emana de su persona, típica de un guajiro que no ha dejado de serlo por más que ahora viva en la ciudad, se comprenderá por qué sus conciertos siempre se convierten en una suerte de fiesta, tanto para el protagonista principal de la velada como para los asistentes a la misma, algo que se volvió a comprobar en la presentación que hicie-ra durante el pasado verano en el Centro Hispanoamericano de Cultura, en compañía de ese otro imprescindible músico de nuestros días que responde al nombre de Roberto Julio Carcasés y donde con el respaldo de la guitarra y en ocasiones del cajón o del piano, Sosa deleitó plenamen-te a la concurrencia, al decir de una hermosa crónica a propósito de la función, escrita para La Ji-ribilla por mi viejo y querido colega, el ya no tan gordo Bladimir Zamora. Es por ello que en sus recitales, compelido por el público que le sigue en cada nueva actuación, Eduardo se ve obligado a interpretar no sólo los temas que ha programado para la función, sino también otros a manera de bis, por solicitud de sus admiradores.

Entre algunas de las composiciones firmadas por Sosa y de reciente aparición, destacaría los ca-sos de las piezas Breve canción de marzo (poseedora de una profunda carga nostálgica), Retoño del monte (creación que de algún modo narra de dónde viene el artista, lo que ha hecho y lo que es hoy), Tan llena de tristeza (escrita tras el fallecimiento de su madre) y Pasado los treinta, esta última, toda una declaración de principios ideoestéticos. En una de las estrofas de dicho excelente tema, se afirma:

Voy respirando la impaciencia
de lo que vendrá planeando hallarte en cada
tregua del camino izando velas aunque corra algún mal viento.
Para quedarme aquí en mi nido pasado los treinta creo
en la diferencia y sólo en el amor me fío.

Del nuevo material que ahora defiende, pienso que entre lo más impactante está Claudia vendrá, estrenada en el concierto de Bellas Artes y que ya se ha convertido en una de sus mejores inter-pretaciones por la fuerza y el sentimiento que registra la melodía. Sabiamente, él no ha retirado de su repertorio algunos temas de la etapa del dúo con Ernesto Rodríguez y por ello, en sus presen-taciones no faltan canciones de aquel período, como Spinetta me regaló un gato, Intento de bole-ro, Yo te encontré, Contramaestre y María.

No puede hablarse de la actual etapa de Eduardo, sin aludir al trabajo que junto a él ha realizado Raúl Verdecia como guitarrista “acompañante”, por emplear el término convencional con el que se suele calificar la función desempeñada por dicho instrumentista, la cual rebasa con creces la sim-ple labor de acompañamiento, para (llegado su turno y sin ningún tipo de excesos) por momentos convertirse en solista y ofrecer lecciones de las enormes posibilidades de la guitarra. Él es de esos músicos que por no aparecer como figura frontal de un grupo sino desempeñarse en lo que viene a ser una suerte de segunda línea dentro de un ensamble, no resulta muy conocido del gran público; sin embargo, su quehacer en agrupaciones de gentes como Pucho López, Alfredo Rodrí-guez e Issac Delgado lo ubican como uno de nuestros guitarristas de música popular más desta-cado. En su actuación junto a Sosa, Raúl es el complemento ideal tanto en la guitarra electroacús-tica como en la eléctrica, procesada esta con la ayuda de un cerebro MIDI.

Cuando escucho el altísimo rigor de la propuesta musical de Eduardo siempre vuelvo a pensar en la manera en que se desaprovecha el talento artístico en nuestro país. Soy una persona que en todo momento me he pronunciado por el respeto a lo que cada quien quiera hacer en materia de creación y nunca he compartido las posturas extremadamente radicales que algunos amigos cer-canos adoptan, las cuales los llevan a invalidar trabajos que también tienen pleno derecho a exis-tir. Empero, aunque no me canso de repetir que sobre nosotros hay un inmenso cielo bajo el cual contamos con sobrado espacio para que todas las expresiones musicales puedan coexistir sin que una entorpezca, estorbe, paralice, retarde o moleste a la otra (y cuando digo todas, me refiero incluso a aquellas que no encajan en los parámetros de mi gusto, pero que tienen igual derecho a que estén entre nosotros), lo cierto es que en la práctica el ecumenismo por el que abogo no se da ni en los medios cubanos de comunicación — en particular en la radio y la televisión— ni en las empresas discográficas con las que cuenta nuestro país.

Como ya escribí hace algún tiempo desde estas mismas páginas, creo oportuno reiterar que entre nosotros, en la práctica persisten numerosas incongruencias en la aplicación de la política cultural diseñada por el Estado cubano, como por poner una elemental pero diáfana muestra, el hecho de que con sus peculiaridades, en nuestro ambiente artístico en el presente se han instaurado el fu-nesto star system y los peores patrones de la industria cultural, algo totalmente en contra del pro-pósito de erigir y brindar como opción un modelo alternativo a la corriente hegemónica que en la actualidad señorea en la humanidad. Semejante incoherencia entre lo que se plantea en el plano teórico y la concreción en la praxis de tales ideas, es en primera y/o última instancia la causa por la cual un trabajo de tanta calidad como el de Sosa (así como el de otros muchísimos músicos cu-banos de corte propositivo) no resulta tomado en cuenta por las instituciones que en nuestro con-texto se supone que están constituidas no sólo para la realización de una función comercial, sino además para propiciar que los que estén aptos para ello (como sucede con Eduardo Sosa) pue-dan hacer cultura. Su caso me lleva a reflexionar una vez más en cuanto a que la historia social de la literatura y el arte agobian con ejemplos en los que parecidas circunstancias suelen trans-formar los nexos naturales del artista con su medio, en estado de frustración y autoconciencia marginal. Ojalá que lo antes expuesto no acontezca con este genuino trovador y si bien las mane-cillas del reloj no han detenido su inexorable avance, por fortuna todavía se está a tiempo de en-mendar la plana.

Y como que el refranero popular no se equivoca en eso de que más sabe el diablo por viejo que por diablo, vuelvo a la sapiencia de los decires de mi hermano, Bladimir Zamora, y con sus pala-bras, pletóricas de sabiduría y belleza, pongo fin a estas líneas que tan sólo han querido brindar testimonio de la obra de un creador santiaguero de pura estirpe y que no se cansa de hacernos comprobar, una vez tras otra, que él es dueño de una singular manera a la hora de entregarnos sus hermosas canciones, ya parte imborrable de la banda sonora cubana de nuestros días:

“Pasado los treinta, Eduardo Sosa ha conocido fantasmas y misterios, pero se sigue arriesgando por las calles estrechas, plantando su sencilla bandera de hombre común, aunque sea tiempo de temporal. Mordido ya en el costado por la muerte de las gentes queridas, sabe que ella algún día volverá por él y sin embargo, se empeña cada día en comenzar, agarrado de una inconmensura-ble confianza en el amor.”

   

Eduardo Sosa:

Trova sin límites

Por Roxana Rodríguez Tamayo; La Habana - 01.09.2005

El calor de esta mañana de agosto no parece afectarle. Sonríe a cada instante y se deja conocer tras ese acento entre habanero y oriental que le es único. Eduardo Sosa Laurencio no desperdicia un minuto para descubrir su vida de trovador convencido. En cada anécdota emerge una reflexión avezada de cuanto aprecia el buen arte, en especial, la música.
Con la gracia del chico que cuenta sus mil y una aventuras, rememora el día en que lo obligaron a cantar en la escuela primaria de su natal Mayarí Arriba, Santiago de Cuba, y nunca más logró renunciar a ello. De cuando integró un coro en la Secundaria básica que lo conectó por primera vez, y para siempre, a la guitarra. De las primeras composiciones a los catorce años, las fugas en el preuniversitario para ir a la casa de la trova de su provincia. De cómo perfiló su espíritu de juglar, mientras estudiaba en la Universidad.
Sosa purifica su estilo a cada paso. Con su incesante exploración melódica se alimenta del son que, según expresa, le brota de los ritmos brasileños, el jazz norteamericano, el blues, la música tradicional cubana y la Nueva Trova.
En el 2004 fue propuesto Vanguardia Nacional por el Sindicato de la Cultura y designado, en el presente año, miembro de la dirección nacional de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), organización cubana que agrupa a los jóvenes creadores de todas las manifestaciones del arte. A quien ganas le sobran para cantar pudo ser roquero, jazzista o sonero, pero eligió a la trova como su género de expresión.


A través de ella manifiesto lo que me complace o no en términos sociales y, sobre todo, hago poesía, en definitiva, el trovador es un poeta que canta. No llego a la trova por casualidad, sino por necesidad, mis neuronas y mi cerebro precisaban de todo ese ejercicio, no solo de oírla, también, de ejercerla. Al principio no tenía mucha información, hasta que me regalaron el libro Que levante la mano la guitarra, de Silvio Rodríguez. No lo entendía bien, pero me atrapaba ese mundo. A partir de aquel momento comencé a leer a César Vallejo por lo que el propio Silvio señalaba. Después a otros poetas y escritores. Sin embargo, a pesar de mi desinformación en estos asuntos estaba en mí, como por carambola, cierta influencia trovadoresca porque mi abuela me interpretaba canciones de Sindo Garay y dicen que mi abuelo tocaba el tres.

Te das a conocer a través del dúo Postrova, ?qué te aportó este proyecto desde todos los ángulos posibles?
Me dio madurez para enfrentar el oficio de músico como profesional. Aprendí a lidiar con el público, con los que te quieren y los que no. Al inicio estaba un poco cerrero, ahora me considero un guajiro cepilla. Asimilar las miradas de la gente en la calle es difícil y una vez que te escuchan en la televisión o la radio, mucho más; aunque todavía no me es fácil, padezco de un miedo escénico atroz, confieso que estoy mejor entrenado.

?Y profesionalmente? En 1998 obtuvimos el Premio Abril, galardón que otorga el Comité Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas a las personas con obras relevantes dedicadas a las nuevas generaciones. Al año siguiente, logramos contratos discográficos con EMI España, la tercera multinacional más grande después de la Sony y la Warner. Luego vino el trabajo para la película Las Profecías de Amanda, del realizador cubano Pastor Vega. Y por si fuera poco compartimos en el Palacio de Bellas Artes, de España, en un cumpleaños de Ana Belén, con Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, NG La Banda, Miguel Ríos, Amaya; ?eso es grande para un mayarisero!!!
Postrova me abrió muchas puertas y, desde 1997 en que debutamos hasta su disolución, en el 2002, viví momentos muy intensos, de aprendizaje constante. El dueto se desintegró en el 2002, sin embargo, no es hasta pasado un año en que reinicias tu carrera de trovador;
Me quedé en la nada, tuve algunas propuestas para cantar en varias agrupaciones, pero no me decidía. Fue un período de impass, de pensar, de reorganizarme.
Volví al escenario en el 2003 con una serie de conciertos en la capital. Ofrecí uno con canciones mías en el Museo Nacional de Bellas Artes, de Cuba. Otro, en el teatro Amadeo Roldán con versiones de algunos compositores cubanos; seleccioné temas de Alberto Tosca, Atahualpa Yupanqui, Sara González; Así cogí fuerza y me presenté junto a Roberto Carcassés en el Centro Hispanoamericano de Cultura. Más tarde, ocurrió el Pasados los treinta en el espacio A guitarra limpia del Centro Pablo de la Torriente Brau. En esa presentación se grabó un disco en vivo que resultó nominado en la categoría trova y ópera prima en la novena edición de la Feria Internacional Cubadisco 2005. A pesar de que fue una producción artesanal, pues el Centro Pablo no se dedica a estos fines, salió bastante decoroso.
Por ahora es mi único CD en solitario, no he grabado nada con ninguna discográfica, solo tengo planes y muchísimos sueños.
Para el 2004 cumplí con diferentes compromisos nacionales e internacionales. Fui a dos intercambios culturales con las juventudes de Rusia y Chipre; este último me acercó mucho a la cultura bizantina. Terminé ese año con una experiencia inolvidable cuando iba camino a un festival organizado por la asociación salvadoreña Venga la Esperanza.
Estaba previsto que en el recorrido sostuviera un encuentro con los médicos cubanos en Venezuela; luego, aeropuerto de Costa Rica, Honduras y El Salvador.
Durante el viaje hacia los países centroamericanos dormí la primera noche en una carpintería y el resto de los días... campaña total en un lugar muy apartado llamado Naghuaterique, una región de 176 km2 de extensión que pertenece a El Salvador, desde el punto de vista histórico, y políticamente a Honduras (según acuerdos de La Haya). Allí canté a los campesinos, conviví con ellos cuatro o cinco días con un frío terrible, sin más alimento que lo que ellos comían: galletas de maíz con queso y frijoles. Realmente fue muy interesante el contacto con estas personas.

Te autodefines como trovador y, a la vez, incursionas en otros ritmos para alcanzar la melodía que te satisface, ?hasta qué punto harías concesiones en esta expansión?, ?no temes salirte de la línea del trovador?
El trovador no tiene límites. Lo eres por un modo de asumir la música, la vida; si es por eso no llamaríamos así a Silvio y Pablo. El lío no está en la sonoridad, sino en el mensaje. Además si todos los géneros están ahí, es para usarlos, ¿no? Es cierto que uno debe conocer hasta dónde llegar como músico; por ejemplo, yo no puedo cantar una ópera, pero sí me atrevería con un aria operático; claro, a mi estilo, con mi bomba, como yo puedo hacerlo. No se pierde la esencia del trovador, sino se amplía al conformar un proyecto musical diverso.

?Para quién consideras que compones?
Hay días en que uno se levanta con una canción en la cabeza. Ese estado te genera una angustia y ansiedad tremendas que solo se alivian con una hoja de papel en blanco y escribir. Si a esa hora me pongo a pensar para quienes compondré, si a un joven o un viejo, no me sale. El primer público de un texto cualquiera es el propio autor, es una forma de saldar sus deudas espirituales;

Ya has liquidado unas cuantas a lo largo de tu vida porque compones desde los 14 años, ?cómo te las ingenias para preservar ese arsenal de deudas; o, tal vez, recompensas?
Uno mantiene en activo un repertorio de veintitantos temas; mientras vas creando unos, desechas otros que se te escapan de la memoria y, a veces, se pierden buenos trabajos. Por eso, es importante grabar las canciones, de lo contrario, quedan en el olvido.
Todo lo que escribo no lo canto, porque no todo vale la pena. El artista debe tener conectado una especie de detector de basura con el cual separar lo inservible, dejar solo lo musical o temáticamente interesante y, a partir de ahí, experimentar.

?Incursionas en algún género literario?
La poesía me nace de manera natural. También escribo cuentos, ya tengo algunos que quizá, en un futuro, se conviertan en un libro. He compuesto canciones basadas en narraciones que he escrito o leído de otros autores, me sucedió con El guardián en el trigal, de Salinger.

Es de tu autoría Razones para un son, la canción que acompañó a la delegación cubana en el XVI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, celebrado en Caracas, Venezuela. ?Cómo llegaste a ella teniendo en cuenta que fue un encargo?
Brotó bastante fácil, rápido. Lo complicado fue alcanzar lo anterior, el hecho de estar informado sobre todo lo que sucede en Cuba y el mundo. Eso no se logra en dos días. Son años de preocupación personal de por qué se precisa un mundo mejor y además, convertirlo en tu verdad. Es volcar en media hora todo cuanto te ha inquietado en 33 años de existencia. Entonces, la responsabilidad de crear un himno representativo de nuestro país y cultura para un evento de esa magnitud, se concibe pronto y sin grandes complicaciones, porque te has pasado la vida entera asimilando lentamente lo difícil.

Para los próximos meses, ?qué buenas nuevas nos traes?
Estoy invitado a cantar en dos discos, uno de ellos tiene composiciones de Augusto Blanca. Desde hace tiempo me da vueltas en la cabeza preparar algún tema con Beatriz Márquez, creo que pronto se concretará. Me interesa ofrecer dos conciertos en la Casa de las Américas; uno con temas míos y otro con canciones de trovadores de mi generación; este me interesa especialmente porque uno se pasa la vida interpretando sus propias canciones o las de figuras ya establecidas como Pablo, Silvio y dejas a un lado a tus semejantes, al tipo de tu época. Eso no es justo, ellos tienen muy buenas obras que uno, tal vez, por la premura cotidiana, no se las aprende ni las canta; quiero, quiero, hacerlo...



Para o jantar (às 19h45m): Inscrições antecipadas na
UNICEPE - COOPERATIVA LIVREIRA DE ESTUDANTES DO PORTO, CRL
Praça de Carlos Alberto, 128-A - 4050-159 PORTO
Telefone 22 205 66 60 - Unicepe@mail.telepac.pt

Para a tertúlia, após o jantar (cerca das 21h30): entrada livre



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